Después de un derrame cerebral a los 30 años, ella tuvo que aprender a caminar otra vez
Por Lindsey Giardino, ľ¹ÏÖ±²¥ News
Cada mañana a las 8, Honey German llamaba a su esposo, Nuni.
Él salía para el trabajo mucho más temprano que ella, y por eso tenían establecido una rutina que contemplaba una llamada de Honey una vez que ella despertaba.
Era un hábito tan arraigado que cuando Nuni no recibió la llamada de Honey una mañana de julio, él sabía que eso era una mala señal.
Nuni trató de llamarla una vez. Dos veces. Tres veces. Cuatro. Todas las llamadas fueron al buzón de voz.
"Algo anda mal", pensó Nuni.
Esto ocurrió en plena pandemia de la COVID-19. Como empleado de la ciudad de Nueva York, a Nuni se le consideraba trabajador esencial. Pero en aquel momento, nada le importó. Subió al metro y se dirigió a casa.
Cuando Nuni llegó a su apartamento, encontró a Honey, que entonces tenía 30 años, tendida en el suelo, al lado de la cama.
"¿Qué pasa? ¿Estás bien?", preguntó él.
"Solo estaba durmiendo", murmuró Honey.
Aunque Honey estaba suficientemente consciente para escuchar y responder a su esposo, no podía verlo. Él trató de sentarla, pero ella no podía mover nada en su lado izquierdo. Su brazo y su mano estaban inertes. Y también su pierna y su pie.
Nuni marcó 911.
Cuando llegaron los paramédicos, determinaron que Honey estaba teniendo un derrame cerebral.
En el hospital, los médicos encontraron un coágulo de sangre en su cerebro. Necesitaba una intervención quirúrgica para eliminar el coágulo.
El procedimiento fue exitoso. Sin embargo, ese fue solo el primer paso en el camino de Honey hacia la curación.
Cuando despertó, los médicos le dijeron que moviera su pierna izquierda, pero no pudo.
"Trata de mover tu brazo izquierdo", dijo alguien. Pero tampoco pudo.
Durante la semana siguiente, su equipo médico continuó planteándole desafíos: Mueve tus dedos del pie izquierdo. Dobla uno de los dedos de tu mano izquierda.
Nada.
Luego la transfirieron a un centro de rehabilitación. Cada día trajo horas de terapia física. Con el tiempo, Honey pudo mover el dedo meñique izquierdo. Luego pudo cerrar el puño. Tiempo después pudo doblar el codo.
Tres semanas después, dio algunos pasos con un andador. Otras veces, usaba una silla de ruedas.
Honey regresó a su apartamento de dos niveles con escaleras. Estaba decidida a moverse de un lado al otro como siempre lo había hecho, pero su arrendador se dio cuenta de que todavía no podía hacerlo. A Honey y Nuni se les permitió mudarse a un apartamento de un solo nivel que tenía un balcón grande.
Ella continuó haciendo terapia física, a menudo en ese balcón. Los terapeutas le pedían que hiciera equilibrio sobre su pie izquierdo. Honey terminaba llorando.
"Mi cerebro sentía un temor constante de hacer cosas que normalmente hago", dijo Honey.
Llegó a considerar la terapia física como una prueba de confianza en sí misma, de hacer que el cerebro entendiera que, sí, que ella podía usar su lado izquierdo.
Después de más de cuatro años de trabajo, pasó de una silla de ruedas a un bastón y ahora a una tobillera en su tobillo izquierdo. Quizás no tenga el andar suave que le caracterizaba antes del derrame cerebral, pero ya ha demostrado que el médico se equivocó en decirle: "Nunca volverás a caminar completamente".
Honey ha recuperado el 80% de la movilidad en su lado izquierdo. Todavía se identifica como una persona con discapacidad. Su empleador hizo arreglos para que trabaje desde la casa. Y debido a que continúa luchando con su equilibrio, un problema que probablemente persistirá, no sale de la casa a menos que sea con su esposo o una amistad.
Pero lo que Honey ha hecho es adaptarse. Ella entiende sus limitaciones y saca lo máximo de ellas. Todavía es joven y se niega a que su identidad sea "superviviente de derrame cerebral".
"Desde el día en que conocí a Honey –cuando necesitaba ayuda para todas las actividades de su vida diaria, desde alimentarse hasta bañarse– ella estaba decidida a recuperar su fortaleza e independencia, y se esforzó por trabajar duro todos y cada uno de los días", dijo Tori Roth, su terapeuta ocupacional. "Siempre daba el 110% en sus sesiones de terapia, y su familia la apoyó en cada paso del camino. No hay dudas de que su trabajo duro, resolución y actitud positiva desempeñaron un papel en su progreso".
Honey ha trabajado horas y horas para poder viajar. Ir al gimnasio. Disfrutar de una cena en un restaurante elegante con su esposo. Algunas de sus citas de terapia física duraron tres horas porque ella estaba totalmente decidida a caminar otra vez sin silla de ruedas o bastón.
"Tienes que ser resiliente", dijo Honey. "Necesitas tener una mente fuerte y potente. Tienes que trabajar con ese mismo cerebro que está dañado y que se viró contra ti. Tienes que convertirte en su mejor amiga y enseñarlo".
La experiencia de Honey con el derrame cerebral le reveló otra cosa: Ella está destinada a ayudar a otros. Es lo que la inspiró a ser una mentora personal, además de su trabajo a tiempo completo en los medios.
"Si pude salir del lodo, superar este problema y reanudar mi vida –como esposa, como hija, como hermana, como amiga– puedo asegurarle a cualquiera que esté experimentando un problema que también puede superarlo", dijo ella. "Y si puedo arreglar mi lado izquierdo y hacer que vuelva a funcionar, podemos hacer funcionar cualquier cosa".
Le apasiona compartir el mensaje que un derrame cerebral puede suceder a cualquier edad. También aboga por concientización sobre la discapacidad y el derrame cerebral, y trabaja como voluntaria con la ľ¹ÏÖ±²¥ para ayudar a promover , un sitio web en español para educar al público sobre los derrames cerebrales.
"Quiero que la gente sea consciente, alerta e informada", dijo ella. "Tener un derrame cerebral nunca vale la pena, pero usar mi experiencia para ayudar a otros le concede cierto valor".