El vínculo entre la depresión y las enfermedades del corazón tiene un doble sentido
Por Laura Williamson, ľ¹ÏÖ±²¥ News
El día en que Jordan Chaffiotte, de 23 años, fue dada de alta del hospital tras su exitosa operación a corazón abierto debería haber sido feliz. Un motivo de celebración.
En cambio, se encontró sollozando en la sala con sus padres y su hermana, luchando contra la culpa y la depresión.
"Antes de salir del hospital, el médico me dijo claramente que, después de una operación de corazón, era normal tener sentimientos de depresión", dijo Chaffiotte, de Bridgewater, Nueva Jersey. "Todos los médicos me advirtieron de que me sentiría así, pero no esperé que realmente me ocurriera".
Los sentimientos de depresión después de una operación del corazón –o de cualquier tipo de evento cardíaco– son comunes. Sin embargo, también pueden aumentar considerablemente el riesgo de que ocurran complicaciones e incluso muerte. En un estudio de 2017 en el se encontró que ser diagnosticado con depresión en cualquier momento después de un diagnóstico de enfermedad cardíaca duplica el riesgo de tener una muerte prematura.
La relación entre la depresión y las enfermedades del corazón se ha estudiado durante décadas y tiene dos sentidos. El estudio del European Heart Journal demostró que aproximadamente 1 de cada 5 personas con enfermedades cardíacas padecen una depresión grave, y un número aún mayor declara algunos síntomas. Incluso, estar deprimido también aumenta significativamente el riesgo de que una persona tenga problemas cardíacos, hasta en , según una investigación destacada por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre.
¿Por qué se vinculan tan de cerca estas dos cosas?
"Esa era una buena pregunta hace 25 años, y la seguimos haciendo", dijo Robert Carney, profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis. En 2014, fue coautor de una en la que se recomendaba considerar la depresión como un factor de riesgo de malos resultados posteriores a un infarto.
"Hay múltiples posibilidades en dos grandes campos. Uno es biológico y el otro es conductual", agregó.
Las personas con depresión tienen una respuesta más fuerte al estrés, que libera mayores niveles de la hormona cortisol. Demasiado cortisol puede dañar la salud del corazón, dijo Carney.
Las personas deprimidas también pueden tener una presión arterial alta e incontrolada, una frecuencia cardíaca elevada, mayores niveles de inflamación y la aglutinación de las plaquetas de la sangre, lo que puede dar lugar a coágulos.
Desde el punto de vista del comportamiento, Carney señaló que las personas deprimidas son más propensas a adoptar conductas que aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, como llevar una alimentación poco saludable, subir de peso, fumar, beber demasiado alcohol y no hacer suficiente ejercicio. También es menos probable que tomen los medicamentos necesarios para el corazón.
Aun así, no todas las personas con depresión desarrollan problemas del corazón, dijo Carney. Del mismo modo, no todas las personas con enfermedades cardíacas se deprimen. Algunas personas no muestran signos de depresión hasta que se produce un evento cardíaco. Otras, como Chaffiotte, descubren que los problemas cardíacos agravan un problema de salud mental subyacente.
"La operación puso de manifiesto algo que ya existía", dijo Chaffiotte, a quien se le diagnosticó la depresión unos meses antes de la operación. Nació con un raro defecto cardíaco conocido como anomalía de Ebstein, con el cual una válvula defectuosa permitía que la sangre se filtrara y se acumulara en el otro lado de su corazón, haciendo que este se triplicara.
Luego la vida la golpeó con una serie de eventos estresantes. En los meses anteriores a la operación, la abuela y dos tíos de Chaffiotte murieron. Pero no fue hasta que sollozaba incontroladamente por un pequeño error en el trabajo que se dio cuenta de que algo iba mal.
"Sentí un abrumador sentimiento de culpa y fracaso, y que estaba defraudando a la gente", dijo. Fue entonces a consultar a un terapeuta.
"En esa conversación, establecí la conexión de que probablemente no se trataba del error del trabajo, sino de todo lo que ocurría en ese momento. No fue la cirugía en sí, sino que ese factor de estrés en particular me permitió ver cuánto había estado manejando yo sola, pensando que todo el mundo se siente así".
La depresión que ocurre después de un ataque al corazón, una cirugía u otro evento similar puede ser de corta duración, dijo Carney, sobre todo en personas que no tenían síntomas previos de depresión.
"Es más común en personas jóvenes", señaló. "Se preguntan: '¿Cómo me puede estar pasando esto a mí?' Cuando se dan cuenta de que no van a morir y reconocen lo que tienen que cambiar, como dejar de fumar o hacer más ejercicio, los síntomas de la depresión disminuyen".
Para otros, la depresión es crónica o recurrente, dijo Carney. "Puede que se depriman menos durante un tiempo, pero luego vuelve a suceder".
Chaffiotte, que ahora tiene 27 años, sigue lidiando con ataques de depresión cuatro años después, mientras aprende a vivir con las limitaciones de una enfermedad cardíaca de por vida. Toma medicamentos antidepresivos y acude a un terapeuta. También ha aprendido a procesar los sentimientos a medida que se producen.
"Muchos de los desencadenantes de mi depresión no se relacionan con el corazón", dijo. "Son las mismas cosas con las que he lidiado toda mi vida. Necesito tener logros. No quiero decepcionar a las personas. Soy complaciente. Trato de balancear muchas cosas a la vez.
"Además, está esa experiencia persistente de haber pasado por la operación del corazón y saber que se supone que debo estar agradecida de estar viva, y lo estoy. Pero también me siento muy atrapada a veces, abrumada por todas las cosas que me suceden".
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