¿Cómo afecta COVID-19 al cerebro? Los investigadores comienzan a encontrar respuestas

Por Laura Williamson, ľ¹ÏÖ±²¥ News

dickcraft/iStock, Getty Images
(dickcraft/iStock, Getty Images)

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Sam Rafferty cayó gravemente enferma al haberse infectado con COVID-19 el pasado marzo en el funeral de un tío, un suceso que enfermó a toda su familia y dejó a Rafferty y a su hija luchando por respirar. Pero no son sus pulmones los que la han impedido recuperarse por completo; es su cerebro.

"Tosí durante dos meses y medio. Lo neurológico ni siquiera comenzó sino a principios de mayo", dijo Rafferty, quien vive en Staten Island, Nueva York. La mujer, de 51 años, acabó buscando ayuda del Centro de Atención Post-COVID del Hospital Monte Sinaí, en Nueva York, donde sigue recibiendo tratamiento para una serie de síntomas que incluyen ardor en los dedos de los pies, daño en los nervios de los pies y tobillos, incapacidad para detectar cambios de temperatura, dolores de cabeza, neblina cerebral y fatiga.

Aproximadamente un tercio de las personas que acuden al Hospital Monte Sinaí con síntomas persistentes relacionados con COVID reciben tratamiento para problemas relacionados con el cerebro, dijo la Dra. Allison Navis, neuróloga clínica principal del centro especializada en el tratamiento de las complicaciones del sistema nervioso central derivadas de las enfermedades infecciosas. Alrededor del 70% de las personas que atiende experimenta neblina cerebral, o incapacidad para pensar con claridad –el síntoma neurológico más común hasta ahora– a esta le siguen dolores de cabeza, fatiga y sensaciones de hormigueo o adormecimiento en el cuerpo. Muchas personas también pierden el sentido del olfato, aunque no tengan síntomas neurológicos más graves.

"Todos se recuperaron de la infección inicial, pero siguen teniendo problemas residuales", dijo Navis. "La gran mayoría de las personas que estoy atendiendo se enfermó en marzo o abril de 2020".

Sam Rafferty, a COVID-19 survivor, continues to experience a host of symptoms many months later. (Photo courtesy of Sam Rafferty)
Sam Rafferty, una sobreviviente de COVID-19, continúa presentando una serie de síntomas muchos meses después. (Foto cortesía de Sam Rafferty)

Aún no ha quedado claro cómo es que COVID-19 afecta al cerebro, pero los médicos e investigadores observan cada vez más pruebas de que los problemas neurológicos de gran alcance persisten mucho después de que desaparece la infección inicial. Los investigadores sospechan que las repercusiones a largo plazo también podrían incluir un mayor riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia. Esperan encontrar respuestas a través de un estudio internacional de gran escala que se está llevando a cabo en 25 países para comparar las repercusiones neurológicas y evaluar los efectos a corto y largo plazo en el cerebro y los nervios.

Mientras tanto, los investigadores del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Ataques Cerebrales han podido iluminar hasta cierto punto lo que puede estar ocasionando los problemas. Cuando se analizaron muestras de tejido cerebral de 19 personas que murieron después de tener COVID-19, los investigadores examinaron más detalladamente el bulbo olfativo que controla el sentido del olfato, así como el tronco cerebral que regula la respiración y el ritmo cardíaco. Encontraron de daños y derrames en los vasos sanguíneos en esos partes del cerebro, junto con inflamación alrededor de los mismos.

"Esto puede tener consecuencias importantes", dijo el Dr. Avindra Nath, director clínico del NINDS y uno de los investigadores principales del estudio. Nath añadió que cree que las células endoteliales, que forman la barrera hematoencefálica que protege al cerebro de los daños, "están siendo atacadas y ahora las proteínas y las células se escapan de estos vasos sanguíneos".

Eso no significa que el virus en sí haya entrado al cerebro, dijo, y los investigadores no encontraron pruebas al respecto. El equipo de Nath sigue buscando respuestas y está utilizando estudios de resonancia magnética, tomografías PET y análisis del líquido cefalorraquídeo para medir la actividad cerebral con el fin de detectar inicios de daños en los vasos sanguíneos e inflamación en personas que sobrevivieron infecciones de COVID-19.

En un se sugiere que existe la posibilidad de que la proteína viral atraviese la barrera entre la sangre y el cerebro.

La investigación, dirigida por el Dr. William Banks, profesor de medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Seattle, demostró que una proteína llamada S1, que se encuentra en los mechones de las espigas del virus, era capaz de entrar en el cerebro de los ratones infectados. El virus suele utilizar la S1 para aferrarse a las células. Aunque eso no significa que ocurra de esa forma en los seres humanos, es un mecanismo que hay que seguir estudiando, dijo. Añadió que el hecho de que sea únicamente la proteína la que pase, o que también se introduzca el virus, puede importar menos de lo que se piensa.

"Por sí mismas, las proteínas virales a menudo son altamente tóxicas". Entonces, si circulan y pueden atravesar la barrera hematoencefálica, provocarán reacciones inflamatorias en el cerebro", dijo Banks, jefe de personal de investigación y desarrollo del sistema Médico de Asuntos de Veteranos de Puget Sound.

Mientras que investigadores como Banks siguen explorando cómo y por qué COVID-19 ocasiona estragos en el cerebro, Navis y otros neurólogos se centran en cómo ayudar a las personas a afrontar las consecuencias.

Navis somete a sus pacientes a una serie de estudios como resonancias magnéticas, entre otros, para ver si hay causas subyacentes de sus síntomas. "La mayoría de las pruebas tienen resultados normales", indicó. "No estamos viendo evidencia de series de ataques cerebrales pequeños. No hemos observado muchas convulsiones".

También utiliza pruebas neuropsicológicas para buscar deficiencias en el funcionamiento cerebral. "En pacientes más jóvenes, estas tienen resultados normales", dijo Navis. "En personas de 50 y 60 tantos años de edad, observamos cambios en la función cognitiva, pero no con un perfil específico en particular. Hay quienes tienen problemas de memoria, otros de déficit de atención, otros problemas de la función ejecutiva. Se podría estar dando un proceso inflamatorio en el cerebro que está ocasionando esto".

O bien, añadió, COVID-19 podría estar revelando algo que ya estaba presente antes de que la persona se enfermara. "COVID-19 podría no necesariamente ser la causa del problema, aunque quizás lo haya empeorado".

Podrían transcurrir años para que entendamos lo que está sucediendo en el cerebro. Entretanto, Navis y otros neurólogos están buscando formas para aliviar los síntomas de largo plazo ocasionados por COVID-19 en personas como Rafferty. Rafferty ha tenido algo de alivio con medicamentos antidepresivos que la ayudan con la fatiga y los nervios dañados, así como betabloqueantes para la disfunción de los nervios y los dolores de cabeza.

En un grupo pequeño de casos, indicó Navis, la respuesta es tan sencilla como ayudar a la gente a dormir mejor. "No dormir bien aporta a la neblina mental" añadió. "Si se controla ese componente del sueño, muchos de los síntomas mejoran".

Nota del editor: Debido a los eventos en rápida evolución que rodean el coronavirus, los hechos y consejos presentados en esta historia pueden haber cambiado desde su publicación. Visite Heart.org para obtener la información más reciente y consulte con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y los funcionarios de salud locales para obtener la orientación más reciente.

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